miércoles, 29 de julio de 2009

Niños grises

Afuera hay sol.
Ellos se visten de cenizas.

Adaptación del poema “La Jaula”
Alejandra Pizarnik
En
Las aventuras perdidas


Los niños grises no saben de bichos en tierra húmeda ni de mares de aguas interminables ni de músicas del afuera. Ignoran las razones de un paisaje que se les ofrece entre muros, permanente, riguroso, opresivo, como abrazo de piedra. El cielo de los niños grises -ficticio, inalcanzable, rayado de acero- confirma el horror de tanta cárcel.
Niños grises, niños de sombra. Niños sin olor a niños, de caras envejecidas, de miradas mudas. Las sonrisas de los niños grises son tenues o no son. Llantos y gritos ocurren a veces mezclándose con la serenata habitual de metales, desafiando el ánimo cansado e indolente de las madres. Mujeres e hijos comparten la agonía. El destino heredado los condena: un presente vacío de todo, un mañana lleno de nada.
Para los niños grises la vida está hecha de paredes y rejas
y pasillos de cemento
y celadoras que abren y cierran candados.
Y más allá y más acá,
a un lado y a otro,
de nuevo paredes
y otra vez rejas
y cemento
y más celadoras
y candados que se cierran.


Rosaura de Abajo